A mí lo que me pasa es que dejo que las
cosas entren y salgan de mí a corazón abierto. Y por eso creo que hace miles de
millones de años que no me escribo.
Me han atravesado tantísimas cosas en
todo este tiempo que tengo la sensación de que me he descuidado de manera
sobrenatural, pero también tengo la sensación de que eso me ha convertido en la
persona con la que quiero compartir el resto de mi vida en potencia. Este cuerpo me duele y envejece sin piedad y me pide que cuide de él para durar más
tiempo, pero hoy tengo la sensación de que hace unos días algo me reventó por
dentro y me está encharcando el yo. Algo pegajoso que me está mermando esa
cantidad de mí que me pertenece, algo así como mi yo consciente. Pero tampoco
quiero decir con esto que esta cosa se haya apoderado de lo que soy. Sigo lamentándome
más por los que estuvieron y se alejaron que por los que se fueron y me sigue
dando respeto la muerte más por nostalgia de vida que por miedo a qué hay
después. Pero es que no sé. No sé si me preocupa o no me preocupa el futuro. Me
han dicho que tiene que preocuparme. Y supongo que me preocupa por inercia,
pero creo que no estoy para futuros ahora mismo. Con el tiempo he aprendido, no
sé si por resignación o por el ímpetu de vivir, a querer al movimiento y me he
esparcido en el mundo. Mi piel ya no encierra mi yo. Estoy desordenada, sin
fronteras que me delimiten, como un recién nacido que tiene los sentidos y la
identidad en latencia.
El cosmos ha pasado por mi lado con actitud
de entrega y yo me he dejado pillar porque soy una enamorada del mundo. A mí lo
que me pasa es que me sabe mal si pasa el amor y resulta que yo no amo, pero me
siento bastante segura de merecerlo.