martes, 17 de septiembre de 2013

Urgencias



He vivido el susto más grande de mi corta vida. O bueno, no sé bien bien si ha sido susto lo que he sentido. Y no sé bien bien si mi vida es corta o es que este punto muerto existencial está haciendo eternas las ganas de suponer que todavía tengo posibilidades de fundirme con el cosmos. Es que no sé, la verdad, ha sido todo muy orgánico. La vida es muy materia.
Ha sido como dejar de ver a tu progenitor como un ente moral superior para ponerlo a tu misma altura cuando tienes 15 años y crees haber alcanzado la madurez mental porque te has leído “Introducción a la filosofía”. Como si no volviésemos a ser unos cagados nunca más...  pero a veces es mejor no saberlo. Por lo de tener sueños y aspiraciones y todo eso, y por lo que contaré más adelante.
Es bastante decepcionante. Yo, infantil y cagada de la vida, necesito promesas e ideas preconcebidas sobre la gente y el mundo. Porque es que si no vivo en un atasco. Todo es una extensión de mí, sometida al parón y a la inestabilidad. Me tengo que inventar el suelo sobre el que ando y se me da fatal imaginar. Nunca he sido una persona creativa, y no lo he necesitado porque tengo ideas preconcebidas sobre la gente y el mundo. Y es por eso también que me llevo sustos de vez en cuando.
El susto más grande de mi corta vida ha sido bajo una atmósfera de medicamento y suero. Y ha caído como un relámpago, como si no fuese conmigo la cosa. Pero ha ido conmigo. Y ha sido totalmente somático. Y con esto quiero decir que la emoción se ha hecho totalmente visceral. Vamos, que me he cagado tanto metafóricamente que me he cagado literalmente. Emoción pura hecha diarrea. Sudor frío, temblores en las piernas, fiebre en el bajo vientre. La tensión se me ha ido hasta a las manos, he preguntado dónde había un baño y me he encerrado torpemente. Tenía ganas de llorar y de cagar todo a la vez, pero he tenido miedo de no saber coordinar las dos cosas, así que no he llorado. Se me ha empapado tanto la camisa de sudor que al rato he pasado frío, como recién salida de la ducha. Como recién bautizada. La mierda ha sido un ejercicio de catarsis. Para que luego haya algunos que intenten separar cuerpo y alma. Hoy mi espíritu se ha ido de vareta.

sábado, 8 de junio de 2013

Existir mal



Entonces tuve una sed horrible de no llorar
y yo ya casi ni sabía hacerlo.
Gemí como caminando con cuidado,
como si fuese necesario escoger exactamente dónde poner el pie.
Entonces no es hace mucho,
entonces es lejos,
muy lejos,
pero no hace mucho.
Hice una profunda respiración,
la única realidad irrefutable
de que participo en la existencia del ahora.
Y fui un vibráfono
que tanteaba el aire
como si esperara de él la muerte,
algo en mí que no era mi yo consciente,
la oscuridad reclamando su aniquilación.
Pidiendo
una lenta cuchillada de pie
que rompiese constelaciones instantáneas
y devolviese al espacio las preguntas y los miedos,
porque este vaivén sentimental
no se me va a entender mejor
ni rebuscando en mi infancia,
ni llamando rodeo a mi fracaso.
Sólo se soluciona siguiendo al ímpetu de vida
sin ganas,
encontrándolo distante
hasta que se canse de no estar cansado
y se pare.

sábado, 19 de enero de 2013

Total, que no sé a dónde quería llegar con todo esto



A mí lo que me pasa es que dejo que las cosas entren y salgan de mí a corazón abierto. Y por eso creo que hace miles de millones de años que no me escribo.

Me han atravesado tantísimas cosas en todo este tiempo que tengo la sensación de que me he descuidado de manera sobrenatural, pero también tengo la sensación de que eso me ha convertido en la persona con la que quiero compartir el resto de mi vida en potencia. Este cuerpo me duele y envejece sin piedad y me pide que cuide de él para durar más tiempo, pero hoy tengo la sensación de que hace unos días algo me reventó por dentro y me está encharcando el yo. Algo pegajoso que me está mermando esa cantidad de mí que me pertenece, algo así como mi yo consciente. Pero tampoco quiero decir con esto que esta cosa se haya apoderado de lo que soy. Sigo lamentándome más por los que estuvieron y se alejaron que por los que se fueron y me sigue dando respeto la muerte más por nostalgia de vida que por miedo a qué hay después. Pero es que no sé. No sé si me preocupa o no me preocupa el futuro. Me han dicho que tiene que preocuparme. Y supongo que me preocupa por inercia, pero creo que no estoy para futuros ahora mismo. Con el tiempo he aprendido, no sé si por resignación o por el ímpetu de vivir, a querer al movimiento y me he esparcido en el mundo. Mi piel ya no encierra mi yo. Estoy desordenada, sin fronteras que me delimiten, como un recién nacido que tiene los sentidos y la identidad en latencia.

El cosmos ha pasado por mi lado con actitud de entrega y yo me he dejado pillar porque soy una enamorada del mundo. A mí lo que me pasa es que me sabe mal si pasa el amor y resulta que yo no amo, pero me siento bastante segura de merecerlo.