Entonces tuve una sed horrible de no llorar
y yo ya casi ni sabía hacerlo.Gemí como caminando con cuidado,
como si fuese necesario escoger exactamente dónde poner el pie.
Entonces no es hace mucho,
entonces es lejos,
muy lejos,
pero no hace mucho.
Hice una profunda respiración,
la única realidad irrefutable
de que participo en la existencia del ahora.
Y fui un vibráfono
que tanteaba el aire
como si esperara de él la muerte,
algo en mí que no era mi yo consciente,
la oscuridad reclamando su aniquilación.
Pidiendo
una lenta cuchillada de pie
que rompiese constelaciones instantáneas
y devolviese al espacio las preguntas y los miedos,
porque este vaivén sentimental
no se me va a entender mejor
ni rebuscando en mi infancia,
ni llamando rodeo a mi fracaso.
Sólo se soluciona siguiendo al ímpetu de vida
sin ganas,
encontrándolo distante
hasta que se canse de no estar cansado
y se pare.
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