domingo, 16 de septiembre de 2012

Declaración


Mi lengua se empapa de un sabor voltaico
Como al respirar por la boca antes de una tormenta.
Las ideas saltan como maíz al fuego:
Se calientan,
Se inflan,
Explotan
Y acaban en mi boca de cielo rapado,
De cielo censurado.
Y con las prisas me tropiezo y el asfalto me corroe las rodillas.
Me perfumo con tierra mojada.
Manchada,
Sudada,
En coma.
Sin querer me he roto los dientes.
Ha sido sin querer.
Tendré que masticar con los ojos,
Ésos que están ciegos por tu reflejo.
Me voy a morir de hambre.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Pero estoy bien


Hace cinco semanas que solo escucho Patti Smith. Es lo mejor que me ha pasado en los últimos tiempos, porque fumo maría sin remordimientos mientras la escucho. Hace cinco semanas que peso como dos mil kilos más y que me paso los días ansiando que me entre el sueño y así anularme y pasar automáticamente al día siguiente.
Esta mañana me desperté con sabor a cenicero en la boca. Anoche, antes de conseguir dormirme después de una maratón de tres horas fumando como una puta encarcelada me puse ante el espejo de mi habitación y me miré. Qué dientes más amarillos, en serio, me los voy a tener que lavar con bicarbonato. Y quiero perder peso, me siento obesa, terriblemente obesa. Parece que durante cinco semanas no he hecho otra cosa que llenarme de mierda, como si el tiempo fuese a pasar más rápido por eso.
No quiero morirme ni nada de eso pero ojalá el tiempo pasase muy rápido. Y ojalá tu número desapareciese de mi lista de contactos. Pero ojalá me llamases. Ojalá supiera qué estarás pensando. Pero me lo pienso no sé si mejor y prefiero no saberlo, así que voy al baño a lavarme los dientes a ver si me quito trocitos de tu ADN. Siento el cepillo apretándome la encía, el sabor de la pasta de dientes en mi lengua. Vuelvo a la habitación y vuelvo a poner Gloria por enésima vez. Y suenan las ganas de no pensarte más. De no pensar en tu cara, en tus bracitos, en tus manitas, en tus piernecitas.
El otro día me sacaron de paseo para que bailase. Me encantó, bebí, bailé y pensé en ti. Y a veces me siento como una acosadora cuando lo hago. He hecho demasiadas cosas contigo en silencio. Al llegar a casa me tumbé boca arriba en mi cama y miré la constelación de yeso blanco y raso que se forma en el techo de mi habitación y me quería caer a pedazos. Quería fumar y que me hablases porque tengo miedo de que este sentimiento muera de cualquier manera. Y de cualquier manera es la peor manera.  

viernes, 10 de agosto de 2012

Tos ferina


Dicen que apenas sufres cuando te cortan la cabeza. Pero yo creo que es mentira. Que nadie se crea que la tortura es más dolorosa. Sí que es cierto que en ella hay heridas y tormento, pero también es cierto que el dolor físico desvía el sufrimiento espiritual. Se sufre sólo de las heridas hasta el mismo momento de la muerte.
En cambio, cuando tu dolor principal resulta ser saber que dentro de unas horas o unos minutos dejarás de ser persona, te invade una verdad implacable, casi divina, que lo único que sabe hacer es llenarte el pecho de aire y hacerte desear que esas pequeñas fracciones de tiempo que te quedan sean infinitas. La milésima de segundo en la que oyes cómo la cuchilla se desliza hacia tu cuello es la más horrible, me imagino yo.
Cuando el dolor es físico parece que tu cuerpo sigue teniendo esperanza por vivir. El ímpetu por sobrevivir se mantiene erguido pese a que el peso del destino intenta malearlo. Mueves los brazos aunque te pisen la cabeza porque tienes hasta el último instante la esperanza de salvarte.
Pero cuando tienes una sentencia por delante todo cambia. Es la horrible tortura de la que sabes con certeza que no te escaparás. Das los pasos más cortos jamás dados para prolongar las milésimas de segundo de vida que te quedan hasta que las piernas te flaquean y te vienen unas náuseas fatales, como si algo se te hubiese atragantado. Entonces te pica la garganta y te entra el pánico.
Esta es la peor tortura de todas. Sin dolor físico alguno. Sólo puedes o volverte loco o echarte a llorar. No hay nada más cruel y obsceno que eso. No se debería tratar a nadie así.

jueves, 2 de febrero de 2012

Algodón

A veces siento que estoy enredada entre millones de hilos. A veces me pasa que me siento como una araña atrapada en su propia red por acción del viento. Es muy extraño notarte embrollado en miles de conexiones que se te pegan al cuerpo, que acompañan tus movimientos sin haberles dado tú ese permiso. A veces cierro los ojos muy fuerte para no ver lo que mi mente está representando en ese momento. Bajo los párpados, y espero que esos pensamientos no se proyecten sobre una pared blanca y pueda verlos de verdad. Quiero decir plásticamente. Quiero decir. Quiero decir que es que no sé qué quiero decir. Me enfadaría mucho si hiciese eso y coincidiese que alguien mira en ese momento. Es un alivio saber que nadie te debe nada. Creer que nadie te debe nada. Es un alivio porque dos personas sólo se hacen daño si dudan del amor que siente una por la otra. Y yo soy un enunciado dubitativo. Un día me moriré de amor y  no le echaré  la culpa a nadie. Me quedaré paralizada, con esa quietud que nos embarga cuando esperamos visita, y me dejaré perder el tiempo. Como si después de tener un diluvio de emociones mis valores se tornasen superiores.